lunes, 7 de mayo de 2007

Navegar/Rosalía Castro

Creo que debo ser chozna de un gran navegante que conocía como la palma de la mano las aguas en las que se internaba. Marino sabio que con sólo mirar las estrellas se orientaba en las noches sin luna. Navegar es mi pasión, es mi vicio, constantemente me invade una tentación enorme de dejar de hacer mis deberes y lanzarme a la mar. En las noches de tormenta el gusto por la navegación supera mis instintos y paso horas enteras en ello, sin jamás naufragar.
Podría decirse que mi velero tiene una plaga única a la que consiento y quiero, un ratón, se deja manejar por mi mano dócilmente y me lleva a lugares jamás pensados, este animal cómplice es mi guía. Manejo intuitivamente los códigos y las siglas propias del oficio; pero ayer me dieron un cañonazo y la proa de mi barco se debilitó, los instrumentos fallaron, estoy encallada, mi conexión a Internet dejó de funcionar.

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